Sin previo aviso, procedente de los EE. UU. llegó el P. Andrés. Así la providencia ponía en mis manos la tan ansiada solución a la incógnita de cómo y cuándo podíamos plantar la humilde semilla del futuro templo y feligresía de San Cayetano en Lindavista.
El día siguiente a su llegada, al acompañarlo a la sagrada Mitra para pedir las facultades ministeriales y coadjutor de la Sagrada Familia, solicité también que se me diera la facultad de la Iglesia provisional en Lindavista que, debido a las leyes persecutorias de Calles y Obregón y de la misma Constitución, no permitiendo levantar templos nuevos -debía de servirnos de cortina de humo- para cuando llegara el día de levantar el definitivo en cuya solicitud y sirviéndonos de una piadosa mentirilla, haríamos notar que era en legal sustitución de otro que ahí existía “desde tiempo inmemorial”, y que habiéndose poblado mucho aquel lugar con sus alrededores, el viejo templecito resultaba insuficiente para atender a la numerosa feligresía. En todas estas maniobras teníamos que estar con mucha cautela (puesto que ni los sacerdotes mexicanos no podían poseer, mucho menos podían ser propietarios los extranjeros), corriendo siempre el peligro de que mandando a ver aquellos terrenos el gobierno se incautara de ellos; porque ahí se necesitaba una escuela como ya más antes había sucedido, teniéndonos a todos en una angustiosa situación.
Con el Vicario de la sagrada Mitra fui a entrevistarme con el Ing. arquitecto Francisco Serrano (al cual ya tenía ocupado en el planeamiento del templo actual) para encargarle urgentes planos de nuestra Iglesia provisional, que debía medir aproximadamente unos 32 x 12 m. de ancho. Quise que se bendijera la primera piedra el 30-noviembre-1950 y por el mismo P. Andrés por ser el día festivo de su onomástico.
En aquellas calendas el Sr. Gildred tenía una fuerte Compañía Constructora, levantando casas en todas direcciones (puesto que terrenos sin edificar difícilmente se vendían).
De seguida que el Sr. Serrano me entregó los planos, me fui derechito a hablar con los dirigentes de la Constructora, para que, ya que tenían tanto material y trabajadores disponibles en Lindavista, nos hicieran el favor de poner lo más que pudieran, el levantamiento de aquella Iglesita pues la necesitábamos muy urgentemente.
Consecuentándonos y convenido el importe y plazos de pago se empezó a trabajar con todo empeño en diciembre y fue terminada en el mes siguiente, enero. Preparamos la humilde fiestecita de la bendición para el día memorable de la Candelaria, invitando a todas las familias de aquellos alrededores a que asistieran a tan hermosa fiesta que fue precedida y bendecida por el muy Rvdo. P. Provincial que, en aquellas fechas se encontraba con nosotros, el P. Antonio Barceló Puig, C.R. de feliz memoria, el cual predicó a aquella incipiente feligresía un hermoso sermón de circunstancias quedando aquellas gentes muy altamente satisfechas teniendo ya al señor de vecino a sus hogares y habiendo ido a su Iglesia en el día aniversario en que la Virgen fue a presentarse en el templo. Era el 2-enero-1951.
Alcanzado el objetivo de tener Iglesia abierta, en funciones ahí, en la colonia Lindavista, con una feligresía que a partir de cero, iba aumentando notablemente todos los domingos, todos nos sentíamos muy felices dando por ello: “Muchas gracias a Dios”, dador de tanto bien.
Además el templo de la Sagrada Familia en la Gertrudis Sánchez estaba ya muy adelantada en obras, tanto que se preveía su terminación a principios del año entrante, como así fue.
Pasamos el resto de aquel año sin acontecimientos notables, cuando en buen día, en mi visita semanal al P. Andrés, me lleve la sorpresa de la vida, al constatar que el Padre, sin previo aviso, ni consultarlo con nadie “proprio marte” tenía ahí en la cabecera de la Manzana una flotilla de camiones y excavadoras trabajando febrilmente contratados para sacar unos metros cúbicos de tierra, del lugar correspondiente a la futura cripta del futuro templo.
Aquí sí que la Providencia de Dios estuvo a nuestro lado! Voy a explicarme: Todavía no hacía una semana cuando un servidor había recibido bajo mano, autorizada y confidencialmente el informe de que aquellos terrenos destinados a Parque Nacional y Disneyland, de propiedad pública, el gobierno se los había declarado suyos, destinándolos a ser vendidos como propiedad privada, como así fue.
Naturalmente ordené al P. el cese de aquellos trabajos, pues quitado el incentivo de tener el gran Parque Nacional frente a nuestra fachada -costare lo que costare- íbamos a levantar la Iglesia sobre la avenida Montevideo. Pero el P. replico:
Y ahora ¿qué, cómo le vamos hacer?
Enseñándole la cabecera entre Cien Fuegos y Matanzas que estaba todavía sin edificar sobre Montevideo, dije al P. que ahora mismo teníamos que ir a la Fraccionaria Madero y pedir al Sr. Gildred la permuta de dicha cabecera por la nuestra que ya teníamos, antes de que otro nos la compre y vayamos nosotros a perderla; como así lo hicimos.
Pasamos el resto del año terminando de pagar terrenos, dando a conocer la nueva Iglesia de San Cayetano, aumentando la feligresía, visitando frecuentemente al Sr. Arquitecto Serrano para ver cómo seguían los planos, y, haciendo un pozo de exploración y estudios de laboratorio hasta que a los 21 m de profundidad, encontramos la gruesa y compacta capa de arcilla de casi un metro de espesor (la misma que sostiene el edificio de la Torre Latinoamericana, junto a bellas artes, conocida ya de antemano) sobre la cual bien podía nuestro templo descansar.