En la parte nor-oriental de la ciudad, había una Vicaría fija con una humildísima capilla de la Sagrada Familia y dos cuartos con garage y cocina, que formaban la casa cural, ubicada a lo largo del gran canal de la Capital mexicana. Era la Gertrudis Sánchez, a la cual estaban unidas dos colonias más al sur, la Tenoxtitlan [sic] y la Malinche, con vistas a añadirle en el norte la de San Pedro el Chico, todavía en formación.
Mucho nos insistió el Sr. Arzobispo en que no nos regresáramos a EE. UU. sin que antes nuestros pies hubieran pisado aquellos terrenos y nuestros ojos los hubieran visto.
Con la salvedad de que con “absoluto conocimiento de causa” dicha Vicaría fija de la Sagrada Familia viniera aceptada como base de operaciones para un futuro desarrollo; la sagrada Mitra nos daba amplias facultades, para buscar y comprar -previa consulta con la sagrada Mitra- en barrios de la clase media o más elevada, como definitivo establecimiento de la Orden, para que sirviera de sostén al futuro del seminario que tan a fondo llevábamos en mente levantar.