En caso de que el Consejo rechazara este proyecto, Mons. Martínez ofrecía a los PP. la alternativa opción de nombrar –a mí– capellán confesor del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe sin menoscabo del adjunto privilegio arriba indicado de comprar –previa consulta– amplio lugar escogido por los PP. para desarrollar ahí las actividades religioso-culturales de la Orden (también el santuario necesitaba más PP. para confesar, añadió).
El Sr. Arzobispo quedó tan contento con esta inesperada visita-oferta, que nos invitó al día siguiente a ir a comer con él en su casa-residencial de la calle de Córdoba, para seguir charlando sobre tan interesante tema, sobre la posibilidad de mandar más PP. e interiorizarse mejor de nuestra historia, pasada y actual; como así lo hicimos.
Terminada la larga charla de sobremesa nos despedimos y tomando el coche con la ayuda del “Plan de Ciudad” nos dirigimos hacia la Gertrudis Sánchez nor-este de la Capital, teniendo harta dificultad para entrar ahí, pues estaba toda ella rodeada de infranqueable terraplén, con un único puentecito que lo pudiera superar.
Tocando la puerta de la humildísima vivienda salió quien resultó ser su segundo Vicario Fijo, el P. Esteban Merino Berenguer (valenciano por más señas) el cual, conocido el motivo de nuestra visita, respondió con tétrica descripción de aquella Vicaría en donde la mayoría o eran indiferentes o se habían volteado y la docena de familias que todavía eran católicas, no podían ayudar; así que ahí: Nada se podía hacer.
Con ánimo caído, tristes y decepcionados nos despedimos del P. Berenguer bastantes desanimados, no tanto por la realista descripción que nos hizo dicho padre ni por la miseria de aquella colonia, ni por la precariedad de aquella humildísima capilla de adobe, con sus paredes abultadas en el medio y apuntaladas en ambas partes, amenazando una eminente ruina; sino que aceptar dicha colonia nos atrasaría por años la apertura del tan mentalmente acariciado y deseado seminario Teatino.
Antes de regresar fuimos a despedirnos del Sr. Arzobispo contándole nuestra visita a la Gertrudis Sánchez y algo de nuestras primeras impresiones. En su charla-comentario nos recordó el:
“Euntes ibant et flebant. Venientes autem venient cum exaultatione” (Sal 125, 6),
como se está haciendo ahora, cumpliéndose bajo nuestros ojos el inciso profético del salmo 47, 9:
“Sicut audivimus,sic vidimus”,
como podemos todos testificar, llegada la cosecha.
Con un “hasta la vuelta y que sea pronto ¿eh?” dicho por el Arzobispo al despedirnos, dimos por finalizada nuestra misión, que nos encargaron los PP. al partir.
Al rayar el alba del día siguiente ya estábamos sobre la carretera de Laredo-EE. UU. Llegados a Antonito y reunidos los PP. del Consejo, el P. Provincial les dio sin pormenores la relación de nuestra embajada, pidiéndoles al final, cuál de las dos propuestas era preferible aceptar.
La preferencia fue dada por el Consejo a la segunda propuesta, pero que dada la lejanía, dejaban en completa libertad de decisión al abajo firmado, para actuar siempre en coherencia con el:
“Buscar ante todo el Reino de Dios y su justicia divina” (Q.P.R.D.)
y el
“Bonum animarum suprema lex”
que nunca he de olvidar.